Vuelta a Nuestros Orígenes
Numerosos estudios demuestran que vivir cerca de un entorno natural, ya sea rural o costero, es beneficioso para la salud humana.
Entre otras cosas se reduce la mortalidad global, las enfermedades cardiovasculares, los síntomas depresivos y aumenta la sensación subjetiva de bienestar. Se sugiere a menudo que el mecanismo de este efecto es psicológico tal y como resume Jorge Wagensberg en esa maravillosa frase: “la intensa felicidad que sentimos al avistar un animal libre en la naturaleza, no es más que la nostalgia de cuando nosotros vivíamos en ella”.
El mero hecho de mirar espacios verdes o caminar por un parque o bosque, causa rápidos cambios psicológicos y fisiológicos que pueden demostrarse no sólo por pruebas psicológicas, sino también por electroencefalogramas, por medio de mediciones de flujo sanguíneo cerebral, por parámetros cardiacos de presión arterial y de cortisol en saliva.
En la búsqueda de darle explicación a estos cambios, algunos autores han postulado una hipótesis desde una perspectiva evolutiva. El entorno natural podría representar el equivalente de “selección de hábitat” de otras especies y por tanto la relajación y la satisfacción que sentimos sería la respuesta natural de cualquier especie al volver a su hábitat natural.
Gracias a los estudios de isotopos de carbono en el esmalte dental, sabemos que desde hace 3-4 millones de años, los homínidos fueron evolucionando en praderas arboladas y siguieron a los ríos y las costas o se asentaron cerca de los lagos. Por lo tanto, los seres humanos han evolucionado para obtener recompensas psicológicas de acercarse a estos hábitats ideales para la caza-recolección.
Esta recompensa no es solo neuropsicológica sino que se complementa con otros factores que solemos encontrar en los entornos naturales: las interacciones sociales, el ejercicio, y la luz del sol. Parece ser que el medio ambiente natural podría promover las interacciones sociales y un sentido de comunidad a su vez, los espacios verdes se cree que fomentan la actividad física y por supuesto la exposición a la luz del sol. Se sabe que la luz solar puede contrarrestar el trastorno afectivo estacional (SAD) y se ha utilizado para tratar la tuberculosis y curar heridas infectadas.
Hemos visto que realmente parecen probados los beneficios de convivir con un entorno natural y podemos afirmar que existen indicios que sugieren que vivir cerca del entorno natural tiene beneficios para la salud a largo plazo.
Los humanos tenemos una necesidad evolutivamente predeterminada de exponernos al medio ambiente natural y cuando no lo hacemos sentimos nostalgia.